sábado, 9 de agosto de 2014

Un nicho pequeño paraliza un sepelio durante tres horas en Hornos de Segura

Dificultad. El féretro de Isidro Floro encajado
en el nicho número 45, que tuvo que ser ampliado.
La palabra calvario se queda corta para describir lo que padeció la familia Floro para dar sepultura a su familiar en el cementerio de Hornos. Un problema con las dimensiones del ataúd y del nicho paralizó durante tres horas el entierro, hasta el punto de que tuvo que acudir la Guardia Civil para mediar en lo que se convirtió en un drama familiar. Isidro Floro tenía 62 años cuando falleció, el pasado jueves. A pesar de que la familia reside en Beas de Segura, los entierros los realizan en Hornos, donde descansan los restos de sus seres queridos.


A las siete de la tarde de ayer estaba previsto que se le diera sepultura, pero unos minutos antes comenzó el calvario. Con 120 kilos y una altura de 1,80 centímetros, el difunto requirió de un ataúd de dimensiones algo más grandes de las estándar —mide 80 centímetros de ancho—. Tal y como relata su hermano, José Floro, a primera hora de la mañana se avisó al cementerio de la circunstancia. La sorpresa llegó cuando, al llegar al camposanto, comprobaron que el nicho asignado —el 44— estaba a una altura en la que difícilmente se podía subir el féretro, porque las escaleras no eran las idóneas.
Después de negociaciones y disputas dialécticas, la familia logró que cambiaran el nicho a uno de más abajo, en la primera fila. Pero los problemas no se quedaron ahí. Cuando introdujeron el féretro comprobaron, efectivamente, que no cabía. “¿Es que en este pueblo solo se pueden enterrar los delgados?”, se preguntaba, indignado, José Floro. Y no es para menos. Una hora después —tiempo en que el fallecido permaneció en el suelo expuesto al sol— un amigo consiguió los materiales necesarios para ampliarlos, entre ellos una radial. Sin embargo, las dificultades cada vez eran mayores, hasta el punto de que en el cementerio de Hornos se tuvo que personar la Guardia Civil, tal y como relata la sobrina del difunto. “Lo llamamos porque los trabajadores del cementerio no nos dejaban picar en el nicho”, relató el hermano. Finalmente, se procedió a picar el espacio para lograr agrandarlo hasta que, casi tres horas después, Isidro Floro pudo descansar en paz.
“Llamamos al alcalde y al teniente alcalde y se han pasado la pelota los unos a los otros”, denuncia la familia. Este periódico intentó contactar, sin éxito, con el alcalde de Hornos, Juan Antonio Gila, para conocer su versión de lo ocurrido. Y es que, por uno momentos, la familia se vio en la tesitura de tener que llevarse el cuerpo del difunto ante la imposibilidad de ser enterrado. Ahora, ya descansa en paz.

FUENTE DIARIO JAEN

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